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El Palacio de las Aguas Corrientes abrió sus puertas por el Bicentenario

Más de 2.000 personas visitaron el Palacio de las Aguas Corrientes, ubicado en el barrio porteño de Balvanera, desde el 18 de este mes, al cumplirse el centenario de la creación de Obras Sanitarias de la Nación (OSN). Por Joaquín Ramírez Souto Buenos Aires, 28 de julio de 2012. El Palacio, ubicado en Riobamba 750, abrió sus puertas al público para que de 12.00 a 20.00 recorra "los espacios inéditos del emblemático edificio", en los festejos por el centenario de su creación, se informó a través de un comunicado.

En las primeras cinco jornadas más de dos mil personas recorrieron el edificio, donde se puede conocer "un tanque que albergaba seis millones de litros de agua, los talleres de fundición de OSN y un río subterráneo en construcción".

Quienes realizaron la visita desde las 15 disfrutaron también de una obra teatral dinámica con 16 actores en escena, que proponen un viaje al pasado, transitar las calles de la colonia e interactuar con los personajes de la época.

El centenario de la creación de OSN, cuyos festejos concluyeron el viernes 27, "constituye una oportunidad para rescatar y exhibir valores comunes entre aquella primera empresa estatal de saneamiento y AySA, actual proveedora de los servicios en la Ciudad de Buenos Aires y el primer cordón del Conurbano", señaló el comunicado.

El Palacio de las Aguas Corrientes (llamado oficialmente Gran Depósito Ingeniero Guillermo Villanueva) es un edificio emblemático de la ciudad de Buenos Aires. Fue construido para alojar los tanques de suministro de agua corriente de la creciente ciudad a fines del siglo XIX, envueltos en una arquitectura suntuosa de materiales importados. Se encuentra en la manzana delimitada por la Avenida Córdoba y las calles Río Bamba, Lavalle y Ayacucho, del barrio de Balvanera y es un Monumento Histórico Nacional.

En la segunda mitad del siglo XIX, la ciudad de Buenos Aires comenzó a crecer rápidamente, recibiendo sucesivas oleadas migratorias y consolidándose como puerto. El progresivo aumento de la población trajo con él los problemas del hacinamiento y la falta de preparación de los servicios públicos para abastecer a una cantidad cada vez mayor de personas.

Las epidemias comenzaron a abundar: en 1867 el cólera mató a 1500 personas, en 1869 la tifoidea mató a 500, y en1871 aconteció la histórica epidemia de fiebre amarilla que se llevó a 14000 de las 178000 personas que vivían en Buenos Aires.
Ante los signos alarmantes del deficiente sistema de agua potable, las autoridades del recién unificado país tomaron la decisión de proveer a la capital de una red de agua corriente de avanzada, aprovechando una época de abundancia económica y de prosperidad.

Siguiendo los planes del ingeniero civil inglés John Bateman de 1886, el gobierno nacional decidió que el depósito de aguas se instalaría en la zona norte de la ciudad, y se proveería a la misma a través de caños subterráneos. Entonces se tuvo la voluntad de que el edificio del depósito fuera un edificio fastuoso, cuyo presupuesto alcanzó los 5.531.000 de pesos fuertes. Toda una fortuna en la época.

La compañía Bateman, Parsons & Bateman estuvo a cargo del proyecto, y al poco tiempo se decidió privatizar las obras de salubridad debido a la falta de fondos del Estado. La compañía Samuel B. Hale y Co. se hizo cargo de los trabajos, adjudicando los trabajos de fachada exterior a Juan B. Médici, que fueron dirigidos por el ingeniero sueco Carlos Nystönner y el arquitecto noruego Olof Boye (empleados de Bateman, Parsons & Bateman).

Las obras comenzaron en 1887, emplearon a 400 obreros y finalizaron en 1894, siendo inaugurado el edificio por el presidente Luis Sáenz Peña.

Sucesivamente, el depósito fue operado por Obras Sanitarias de la Nación (que ubicó allí sus oficinas hacia 1930), Aguas Argentinas y Agua y Saneamientos Argentinos (actualmente). En 1989, mediante el decreto 325, el Palacio de Aguas Corrientes se transformó en Monumento Histórico Nacional.

El edificio es uno de los más exuberantes de Buenos Aires, y una muestra de la arquitectura ecléctica que encantaba a las clases altas que gobernaron la Argentina hasta 1916. El estilo puede encuadrarse dentro del impuesto en el Segundo Imperio Francés, y se destacan las piezas de cerámica policromada y los abundantes ornamentos en la fachada.

En sus tres niveles, contiene 12 tanques de agua (provistos por la firma belga Marcinelle et Coulliet según licitación de diciembre de 1886) con capacidad total de 72 millones de litros de agua, con un peso calculado de 135000 toneladas. Estos son sostenidos por una estructura portante de vigas, columnas y cabriadas metálicas. Las paredes son de hasta 1,80 metro de espesor, y sostienen a las 180 columnas, distanciadas seis metros entre sí. Se levantaron con ladrillos cocinados en un establecimiento que se instaló en la localidad de San Isidro. En el centro del palacio, un patio interno provee de luz y aire a los ambientes.

Sin embargo, es la fachada lo más conocido y admirado del Palacio de Aguas Corrientes. Su revestimiento fue realizado en 130 mil ladrillos esmaltados y 170 mil piezas de cerámica importados de Bélgica e Inglaterra y numerados para facilitar su colocación. Las piezas de mármol que pretendían cubrir la fachada en el proyecto original fueron reemplazadas por piezas de terracota elaboradas en las fábricas Royal Doulton & Co., de Londres, y Burmantofts Company, de Leeds. Los techos fueron realizados en pizarra verde traída de Francia.

La idea de transformar un depósito de tanques de agua en un palacio ha recibido numerosas críticas, en general en relación con la falta de necesidad de dotar a una instalación de este tipo de semejante lujo, considerándolo una exageración y un derroche. Sin embargo, era usual en esos tiempos que edificios de funciones utilitarias, como depósitos o terminales ferroviarias, fueran envueltas en exteriores de aspecto palaciego.

En su interior funcionan actualmente el Museo del Patrimonio Histórico, el Archivo de Planos Domiciliarios, y dependencias administrativas de la empresa.

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