Información general | Pandemia y salud mental
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Consecuencias psicológicas del COVID
La pandemia de COVID-19 no solo dejó huellas físicas y económicas, sino también profundas marcas psicológicas en la población argentina. El aislamiento, la incertidumbre, el duelo y la disrupción de la vida cotidiana generaron un escenario emocional complejo que afectó especialmente a los sectores más vulnerables. En este contexto, la Ciudad de Buenos Aires desplegó diversas estrategias para acompañar a la población en medio de la emergencia sanitaria. Por Andrea Sacca Buenos Aires, 26 de setiembre de 2025. Desde el inicio del confinamiento obligatorio en marzo de 2020, múltiples estudios comenzaron a relevar el estado emocional de los argentinos. El Observatorio de Psicología Social Aplicada (OPSA) de la UBA identificó un aumento sostenido de síntomas de ansiedad, depresión y riesgo suicida en distintos grupos etarios.
• El 12,5% de la población adulta mostró riesgo de padecer un trastorno mental, cifra que aumentó respecto a estudios previos.
• Los jóvenes entre 18 y 25 años fueron especialmente afectados por el aislamiento, la interrupción de sus estudios y la falta de espacios de socialización.
• Las personas que atravesaron la enfermedad también reportaron secuelas psicológicas persistentes, como trastornos del sueño, irritabilidad y dificultades cognitivas.
La pandemia funcionó como un "estresor multidimensional", afectando simultáneamente la salud, el empleo, la educación y las relaciones personales. El miedo al contagio, la pérdida de seres queridos y la sobreexposición a noticias negativas contribuyeron a un clima emocional de alta vulnerabilidad.
Salud mental en riesgo
La pandemia además ocurrió en un contexto en el cual la salud mental de los argentinos ya estaba sufriendo. Una situación que no cambió mucho después de que pasaron las consecuencias más gravosas de la emergencia sanitaria global. Un relevamiento, realizado a fines de 2023 por el mismo Observatorio sobre más de 3100 casos en centros urbanos, revela datos preocupantes sobre el estado emocional de la población:
Es que el 45,5% de los argentinos atraviesa alguna crisis vital o económica que afecta su bienestar emocional. El 9,4% de la población presenta riesgo de padecer un trastorno mental, siendo este porcentaje más alto entre jóvenes y personas de menor nivel socioeconómico. Según el estudio, los niveles de ansiedad, depresión y riesgo suicida son significativamente mayores en jóvenes y sectores vulnerables.
Mientras que el 45% de los encuestados reportó alteraciones del sueño, como insomnio o despertares frecuentes, vinculados a preocupaciones nocturnas. Y el 51,71% de quienes no reciben tratamiento psicológico reconocen necesitarlo, pero no tienen acceso. Estas cifras reflejan una situación crítica en términos de salud mental, que exige políticas públicas más inclusivas, accesibles y sostenidas.
La respuesta pública
Ante este escenario, el gobierno porteño y diversas organizaciones sociales implementaron medidas para mitigar el impacto emocional de la pandemia. Aunque la respuesta fue desigual y en algunos casos improvisada, se destacan varias iniciativas relevantes:
1. Apoyo psicológico remoto. Se habilitaron líneas telefónicas y servicios de atención virtual para brindar contención emocional. Psicólogos voluntarios, instituciones académicas y ONGs ofrecieron asistencia gratuita, especialmente durante los primeros meses de aislamiento.
2. Intervenciones en barrios populares. La pandemia evidenció las carencias estructurales en villas y asentamientos. En estos territorios, la respuesta estatal se combinó con redes de solidaridad barrial. Organizaciones locales, comedores comunitarios y promotores de salud mental trabajaron en conjunto para sostener emocionalmente a las familias afectadas.
Sin embargo, también se registraron deficiencias:
• Cortes de agua y luz en barrios como Villa 21-24 y Padre Mugica dificultaron las condiciones de vida durante la cuarentena.
• La falta de coordinación entre el Estado y los residentes generó tensiones en los procesos de reurbanización.
• La atención psicológica en estos sectores fue limitada y muchas veces dependió de iniciativas comunitarias más que de políticas públicas sostenidas.
3. Campañas de concientización. El gobierno porteño lanzó campañas informativas sobre el cuidado emocional, el manejo del estrés y la importancia de pedir ayuda. Estas acciones buscaron desestigmatizar los problemas de salud mental y promover el autocuidado. Instituciones como la Facultad de Psicología de la UBA colaboraron en el diseño de estrategias de intervención, relevamiento de datos y formación de profesionales para atender la emergencia emocional.
La pandemia dejó al descubierto una deuda histórica en materia de salud mental en Argentina. Si bien se realizaron esfuerzos importantes, especialmente en la Ciudad, la respuesta pública fue desigual y muchas veces insuficiente frente a la magnitud del problema.
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