Política | Fentanilo contaminado
26/09
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Un estado anestesiado
La sustancia que debía aliviar terminó matando y el Estado que debía proteger quedó paralizado. La tragedia sanitaria desnuda un país donde los ciudadanos mueren esperando respuestas que nunca llegan. La crisis sanitaria del fentanilo en Argentina ha revelado una trama alarmante de negligencia, corrupción y vulnerabilidad institucional que podría abrir la puerta a una epidemia de opiáceos si no se toman medidas urgentes. Por Lic. Gerardo Codina Buenos Aires, 26 de setiembre de 2025. Este año se detectó la distribución masiva de fentanilo contaminado con bacterias multirresistentes, lo que provocó al menos 96 muertes en hospitales de todo el país. El fentanilo, un opioide sintético 50 veces más potente que la heroína, se utiliza en entornos médicos para el tratamiento del dolor intenso. Pero en este caso, su administración se convirtió en una sentencia de muerte.
Los lotes contaminados fueron producidos por Laboratorios Ramallo y HLB Pharma, y distribuidos a más de 118 centros de salud. Las bacterias detectadas -Klebsiella pneumoniae y Ralstonia pickettii- causaron infecciones graves como neumonía y sepsis.
La crisis expuso una cadena de fallos. Para empezar, la ANMAT inspeccionó los laboratorios en diciembre de 2024, pero no suspendió sus actividades hasta febrero de 2025. Además, se detectaron registros falsificados, condiciones precarias de producción y presunto encubrimiento por parte de funcionarios. Por si esto fuera poco, una exempleada denunció vínculos entre los laboratorios y actores políticos.
Así las cosas, la justicia ordenó la detención de 24 personas, incluidos directivos, técnicos y accionistas de los laboratorios implicados. Pero su accionar, como es lógico, se produjo después que sucedieron las muertes causadas por el fentanilo contaminado que nunca tendría que haber llegado a los enfermos que lo requerían.
El fentanilo y el narcotráfico
Una encuesta reveló que el 68% de los argentinos cree que los laboratorios están vinculados al narcotráfico o crimen organizado, y el 87% exige que el Congreso y el Gobierno prioricen esta crisis sanitaria.
Aunque el consumo recreativo de fentanilo aún no es masivo en Argentina, la falta de trazabilidad, controles débiles y corrupción podrían facilitar su desvío al mercado ilegal, como ocurrió en Estados Unidos y México. Allí, el fentanilo se convirtió en una droga callejera que provocó más de 100.000 muertes anuales.
Argentina corre el riesgo de seguir ese camino si no se refuerzan los controles sanitarios y judiciales, no se implementa un sistema nacional de alerta y trazabilidad, como propone el proyecto de creación del Sistema Nacional de Alerta y Trazabilidad de Eventos Críticos en Salud (SNATECS) y no se sanciona con firmeza a los responsables del mal manejo de medicamentos de alto riesgo. El proyecto, presentado por la diputada Silvana Giúdice, tiene por objetivo prevenir crisis sanitarias como la ocurrida con el fentanilo contaminado. El sistema busca evitar omisiones y demoras en la información crítica durante emergencias.
Para ello es necesaria una reforma legislativa que permita endurecer las penas por negligencia sanitaria y tráfico de medicamentos. También reforzar la transparencia institucional del ANMAT, los laboratorios y las cadenas de distribución, informar a la opinión sobre los riesgos del fentanilo y evitar su banalización y buscar la colaboración internacional para aprender de países que enfrentaron epidemias de opiáceos.
Este caso no es solo un escándalo sanitario: es una advertencia. Si el Estado no actúa con rapidez y firmeza, el fentanilo podría convertirse en el rostro de una nueva tragedia nacional.
¿Cómo están las cosas en el norte?
Repasar la crisis de opioides en Estados Unidos permite entender la magnitud del riesgo y anticipar escenarios que podrían evitarse si se actúa con firmeza. La epidemia de uso abusivo de opioides en EE.UU. comenzó en los años 90 con la comercialización masiva de analgésicos como OxyContin, promovidos agresivamente por farmacéuticas como Purdue Pharma. Lo que parecía una solución médica se convirtió en una ola de adicción, que luego derivó en el consumo de heroína y fentanilo ilegal.
Algunos datos clave pueden ayudar a valorar la situación. Allá hubo más de 500.000 muertes por sobredosis de opioides entre 1999 y 2019. En 2022, hubo 108.000 muertes por sobredosis, la mayoría vinculadas al fentanilo. La epidemia afectó a todas las edades, incluyendo un creciente número de adolescentes. Tanto que la esperanza de vida en EE.UU. disminuyó por primera vez desde la Primera Guerra Mundial, en parte por esta crisis.
Sucede que el fentanilo es 50 a 100 veces más potente que la heroína, y solo 2 mg pueden ser letales. En Argentina, el fentanilo aún no ha penetrado como droga recreativa, pero la crisis sanitaria provocada este año -con decenas de muertes por lotes contaminados- expuso fallas graves en el sistema de control y trazabilidad. Si no se corrigen, podrían facilitar el desvío de opioides al mercado ilegal, como ocurrió en EE.UU.
Lo sucedido debe funcionar como alarma. El poder adictivo del fentanilo no puede ser subestimado, por lo que su uso debe estar estrictamente controlado. Se trata de evitar el desvío al mercado ilegal, por lo que la trazabilidad y control son esenciales.
Podemos actuar antes de que sea tarde. EE.UU. tardó décadas en reconocer la magnitud del problema. Para eso es necesario educar a la población y responsabilizar a los actores. La prevención comienza con información clara y accesible. Por su parte, laboratorios, funcionarios y distribuidores deben rendir cuentas. La historia de EE.UU. es una advertencia. Argentina tiene la oportunidad de aprender antes de que el fentanilo se convierta en una tragedia nacional.
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