Política | Reconocimiento de los restos de las Madres de Plaza de Mayo

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Memoria viva en la Iglesia de la Santa Cruz

El pasado 8 de julio de 2025 se cumplieron veinte años del histórico reconocimiento de los restos de cinco mujeres secuestradas y asesinadas por la última dictadura cívico-militar argentina: tres Madres de Plaza de Mayo —Azucena Villaflor de De Vicenzi, María Eugenia Ponce de Bianco y Esther Ballestrino de Careaga—, la militante Ángela Auad y la monja francesa Léonie Duquet. Todas ellas formaban parte del grupo conocido como “los doce de la Santa Cruz”, víctimas del operativo de exterminio que tuvo lugar entre el 8 y el 10 de diciembre de 1977. En conmemoración de ese hito, se realizó un emotivo acto en la Iglesia de la Santa Cruz, ubicada en el barrio porteño de San Cristóbal, donde la memoria sigue resistiendo. Por Mailén González Buenos Aires, 22 de agosto de 2025. El 21 de agosto de 2025, familiares, sobrevivientes, referentes de derechos humanos y miembros de la comunidad pasionista se reunieron en la Santa Cruz para conmemorar los veinte años de aquel reconocimiento. El acto comenzó en el Solar de la Memoria, donde se encuentran las cenizas de las cinco mujeres, y continuó con una misa y testimonios cargados de emoción. 

Entre los presentes estuvieron Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz (1980); Elia Espen, Madre de Plaza de Mayo; Victoria Montenegro, legisladora porteña y nieta restituida; Ana María Careaga, hija de Esther Ballestrino de Careaga y Renzo Bianco, nieto de María Ponce de Bianco

Ana Fernández Careaga, nieta de Esther, compartió un recuerdo íntimo: llevó al acto un saquito amarillo y naranja tejido por su abuela, que había conservado desde su adolescencia. El sacerdote le pidió que lo colocara sobre la imagen de la Virgen María, que lucía el tradicional pañuelo blanco de las Madres. “Fue un momento muy emotivo, con la Virgen vestida por una de ellas”, expresó.

Renzo Bianco recordó cómo su padre, Luis, recibió en 2005 la llamada del EAAF y se reunió con Bergoglio para solicitar que las cenizas descansaran en la Iglesia. “Mi padre contó que Bergoglio lloró dos veces en ese encuentro”, relató Renzo, destacando el vínculo humano detrás de la decisión.

Desde Italia, la monja Geneviève Jeanningros —sobrina de Léonie Duquet y amiga del Papa— envió un mensaje de adhesión: “Estos 20 años han significado muchísimo. Léonie y los desaparecidos me han dado una gran fuerza para seguir adelante con alegría, sin desanimarme jamás”.

La Iglesia como refugio

Durante los años más oscuros del terrorismo de Estado, la Iglesia de la Santa Cruz fue un refugio espiritual y político para familiares de desaparecidos. Allí se reunían para organizar acciones de denuncia, redactar solicitadas y compartir información sobre sus seres queridos. Fue también el lugar donde el marino Alfredo Astiz, infiltrado bajo el alias de “Gustavo Niño”, marcó a las víctimas que serían secuestradas por la patota de la ESMA.

El grupo de los doce fue secuestrado en distintos puntos de la ciudad, pero todos estaban vinculados a las reuniones en la Santa Cruz. Entre ellos estaban las tres Madres fundadoras, las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet, y varios militantes de derechos humanos. Tras ser torturados en la ESMA, fueron arrojados vivos al mar en los llamados “vuelos de la muerte”. Sus cuerpos aparecieron en las costas de Santa Teresita y Mar del Tuyú, y fueron enterrados como NN en el cementerio de General Lavalle.

En 2005, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) logró identificar los restos de cinco de esas víctimas, gracias a análisis genéticos y comparaciones con archivos históricos. El hallazgo fue anunciado en una conferencia de prensa el 8 de julio de ese año, en el auditorio de la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (UTPBA). Fue un momento de profunda emoción para los familiares, que durante décadas habían luchado por verdad y justicia.

Los restos de Azucena Villaflor, Esther Ballestrino de Careaga, María Ponce de Bianco, Ángela Auad y Léonie Duquet fueron inhumados en el Solar de la Memoria, un espacio lateral de la Iglesia de la Santa Cruz especialmente acondicionado para rendirles homenaje. El entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio —hoy Papa Francisco— autorizó la ceremonia y participó activamente en el proceso, conmovido especialmente por el caso de Ballestrino de Careaga, con quien había trabajado en un laboratorio en sus años de juventud.

Memoria activa frente al negacionismo

El acto no solo fue un homenaje, sino también una reafirmación del compromiso con la memoria, la verdad y la justicia en un contexto político donde resurgen discursos negacionistas. “Fue muy sentido, genuino y necesario en estos tiempos en los que se reivindica el terrorismo de Estado y se usan nuestras consignas provocativamente”, expresó Ana Fernández Careaga.

La Iglesia de la Santa Cruz, gestionada por los Misioneros Pasionistas, continúa siendo un sitio de memoria reconocido por organismos de derechos humanos. Cada 8 de diciembre se conmemora el aniversario de la desaparición del grupo, y el Solar de la Memoria se ha convertido en un espacio de encuentro, reflexión y resistencia.

A veinte años del reconocimiento de los restos, el legado de las Madres de Plaza de Mayo sigue vivo en cada pañuelo blanco, en cada marcha, en cada acto de memoria. La identificación de sus cuerpos no solo permitió cerrar una herida abierta, sino que reafirmó el poder de la ciencia, la perseverancia de los familiares y la importancia de los espacios de memoria.

La Iglesia de la Santa Cruz, que fue escenario de traición y dolor, hoy es símbolo de justicia y reparación. Allí descansan las cenizas de cinco mujeres que enfrentaron al poder con coraje y amor, y que siguen inspirando a nuevas generaciones en la defensa de los derechos humanos.



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